lunes, 12 de diciembre de 2011

ZEN STYLE

 El arrullo del agua en el cañón del Río Lobos. El frío sutil de una mañana de diciembre. La santa cadencia de la ermita olvidada.

Un viaje de relax, de naturaleza fría y eterna. Este puente de Diciembre me fui de vacaciones con toda mi familia a un pueblo de la provincia de Soria, El Burgo de Osma. Concretamente nos hospedamos en el Hotel Termal Burgo de Osma, todo un lujo para el descanso y los sentidos, y por supuesto que hicimos la excursión de rigor al Cañón del Río Lobos. Allí, la suavidad del camino te adentra en una garganta de naturaleza hasta vislumbrar una ermita olvidada entre las paredes rocosas:

La Ermita de San Bartolomé, de origen templario y construida entre los siglos XII y XIII, es un lugar para visitar sin prisas e inspirar la espiritualidad del aire
Para acceder a la ermita, pasando el pueblo de Ucero, te adentras en una ruta a pie flanqueado por las paredes del Cañón, bordeando el Río Lobos, hasta llegar a la ermita. En un enclave casi místico, al fondo del valle y rodeado por cuevas y perfiles geográficos imposibles, la ermita se funde con la naturaleza y el entorno, se camufla entre el suelo calizo, creando un lugar sagrado. Fuera de toda época, el tiempo se detiene, no hay pasado ni presente, sólo la ermita que se enfrenta al silencio de la Cueva Grande, cara a cara. El murmullo inaudible del agua, el eco infinito del sigilo, la sacralidad del lugar perdido… todo te envuelve, te marea y te deja sin aliento.

El Cañón del Río Lobos ha servido de enlace a los peregrinos con el camino francés del Camino de Santiago: cuenta la leyenda que el Apóstol Santiago montado sobre su caballo, saltó desde lo alto del cañón, y la espada se le cayó al suelo y allí donde quedo clavada se reveló que sería el lugar donde se edificaría la actual ermita de San Bartolo. Esta ermita se encuentra en la llamada Ruta de la Lana (Albacete, Cuenca, Guadalajara, Soria y Burgos), empleada por los pastores en la trashumancia, y también utilizada por los peregrinos procedentes de Levante y de Castilla La Mancha. El Camino del Cid, también atraviesa este Cañón. 

La ermita de San Bartolomé, está enclavada en un lugar equidistante de los dos puntos más septentrionales de la geografía peninsular, los cabos de Creus y Finisterre. Este punto central es el Omphalos (el centro del mundo). 
Ahora os dejo las palabras del escritor e historiador Juan G. Atienza sobre su visita y estudio de dicha ermita:
“Allí tomaremos, siempre hacia el Sur, la carretera del Burgo de Osma, pasaremos por Casarejos y descenderemos la cuesta que llaman la Degollada, hasta el puente que cruza el río Lobos. Es aquí donde debemos tomar el camino de tierra que nace a la derecha, para internarnos en el valle. Si lo hacemos en un día cualquiera que no sea el de la romería de san Bartolomé, este lugar nos parecerá el más solitario y abandonado del mundo. En lo alto planean las águilas y no será raro ver un zorro mirándonos a cierta distancia. Las paredes del valle son escarpadas y en las rocas cimeras se distinguen covachas que nunca han sido exploradas. Unos dos kilómetros valle adentro, el lecho del río se ensancha y, al fondo, distinguiremos una ermita de tipo cisterciense. La construyeron los caballeros templarios, que tuvieron precisamente aquí uno de los enclaves más importantes de la Península. Y al decir importante no me refiero precisamente a su importancia política o estratégica, sino al profundo significado que el lugar tiene dentro del elemento mistérico propio de la orden del Temple. El lugar lo he estudiado a fondo en mi libro La meta secreta de los templarios y me parece inútil reproducir lo que allí cuento, pero, en síntesis, planteo la sospecha –muy fundada- de que los cabelleros templarios conocían a la perfección el lugar en el que construían su capilla, como probablemente lo conocieron también los sacerdotes de religiones muy anteriores que utilizaron el altar megalítico que se encuentra al lado mismo de la capilla y la enorme cueva que hay a sus espaldas. Porque este preciso lugar de Ucero en el río Lobos forma con la cumbre del San Lorenzo un eje vertical equidistante de los dos extremos clásicos peninsulares, los cabos de Creus y Finisterre. Y, aún más, este lugar constituye, en el conjunto de las posesiones templarias peninsulares, un auténtico centro desde el que se pueden situar los enclaves ocultistas más importantes que la orden poseyó en los reinos medievales. Desde la capilla del Lobos están perfectamente localizados Ponferrada y Monzón, Toledo, Tomar y Jerez de los Caballeros, Culla y Castelló d’Empúries, Caravaca y Villaba del Alcor. Desde allí se puede trazar la franja mágica de tierra por donde discurre la ruta jacobea y pueden localizarse los principales santuarios protohistóricos de las culturas cantábricas paleolíticas. Es tal la exactitud del enclave, que incluso justifica la misma estructura de la cruz templaria, anuncia en clave sus fines y delata muchos misterios nunca descifrados que aclaran los porqués de los principales emplazamientos de la orden.”
El día 24 de agosto, durante la romería de San Bartolo y la Virgen de la Salud, es posible visitar el interior de la ermita, ya que el resto del año permanece cerrada. A ver si algún año puedo acercarme a descubrirla por dentro.
Para saber más sobre los enclaves templarios en España y Portugal y algo de historia de la Orden: http://www.templespana.org/enclaves-B.html



2 comentarios:

  1. Eva, acabo de descubrir que tienes un blog! Muy bonico. Me hago seguidora. Besotes!

    ResponderEliminar
  2. jaja me alegro que me hayas encontrado! XD

    ResponderEliminar