jueves, 24 de febrero de 2011

Amsterdam. ¿Ciudad del pecado?

Con "ciudad del pecado" no me refiero a las Vegas, aunque desde luego Ámsterdam tiene que ser más a la europea, todo más casto, menos material, más erudito y cultural. Las bicicletas asesinas, las drogas blandas, los protectores cristales del barrio rojo, y la legislación que se esconde detrás de todo ese mundo liberal, hacen que la Venecia del Norte tenga más de Venecia, que de pecado.
Pero aún así, Ámsterdam es un refugio, una escapatoria para todo aquel europeo (o no), que esté cansado de la rutina de prohibición y regla absurda que sólo consigue abrir una vía hacia la ilegalidad.


Allá arriba, la vida pasa tranquila, al impulso único de los timbrazos de las bicis, que al momento se ahogan en el agua del canal más cercano, o en el repiqueteo de la lluvia muda y constante.
Si hace frío, el olor a maría que desprenden por las calles los coffeshop te invita a entrar y refugiarte; y te sumerges en ese submarino de humo de colores con un canuto y una taza de té bien caliente, al ritmo de un reggae que te acuna las neuronas.
Si por el contrario el día amanece radiante, con un sol de otoño, coges la chaqueta y te encaminas entre el tráfico de sus calles y puentes, hacia las afueras de la ciudad, al Vondelpark. Allí, junto al lago y con un par de amigos, compartes unas setas alucinógenas, de esas que ya no venden, pero que sus raíces aún te hacen flipar. Y mientras cae la tarde, tú te ríes sin descanso porque la hierba se mueve, porque la gente te mira, y porque todo vuelve a cobrar sentido y tu cuerpo parece levitar anclado únicamente por una pesadez extraña en las extremidades.

Espejito de plata

19/08/2010
"L se esconde. Se repliega sobre si misma a toda prisa, cual animal herido. Se enrosca en su concha impenetrable y se sume en un silencio hueco, desesperado.
No hay nadie. Nadie la busca. Esta sola con ese sentimiento sin nombre. Sola y vacía, amordazada por el miedo.
L se aleja. Huye. Se aplasta contra el fondo y llora. Palpa la soledad que se cierne, la incomprensión que acecha.
Todo es negro, oscuro y frío. No hay luz, y el mundo carece de sentido. Poco a poco se va hundiendo, se va alejando a la deriva, y nada puede retenerla.

Se despierta y el sol hiere sus ojos. Mareada protesta por ese repentino pinchazo de calor. Oye voces a lo lejos, pero está cansada: cansada de escuchar y no ser escuchada, cansada de llamar y no recibir respuesta, cansada de estar para todos menos para sí misma, cansada de gritar auxilio en murmullos sin aliento.
Pero las voces insisten, pesadas, inagotables. Le cogen por los brazos, por las piernas, por las manos. Arrastran a la chica fuera del agujero para que la claridad la inunde y la vida se estrelle contra su cuerpo.
Ele se incorpora, reticente. No quiere hablar, no quiere mirar a nadie, solo cerrar los ojos y abandonarse.
Pero al volverse, un destello acapara su atención. Curiosa, mira a su lado, escondido junto a ella, un espejito de plata. Lo coge con manos dudosas y con esperanzas vencidas; y sin quererlo su mirada se posa.

De pronto todo se incendia. Amanece y la brisa trae un aroma salado. Elena se refleja a través del espejo, nueva y reluciente, sin mácula ni crítica. A su espalda se agolpan los amigos, las caras conocidas, aquellos que la arrastraron fuera de las garras de ese pesimismo envenenado. Todos intentan meter la cabeza, salir en el encuadre, tener un pedacito de espacio que compartir con ella.
Y ella se deja querer, y se abandona a esos que no quieren verla sufrir, a esos que la quieren llena de vitalidad y optimismo, esos que desean que ame la vida locamente y sin reservas, esos sus amigos. "


Ojalá hubieras encontrado ese espejito de plata. Te echamos de menos. Tu ausencia pesa demasiado.

domingo, 20 de febrero de 2011

"Si quieres vente"

“Si quieres vente”, pero tampoco te lo tomes muy en serio porque realmente… sobras. La segunda parte del mensaje queda implícita, suspendida en el silencio que se produce cuando tu querid@ amig@ o amante te suelta esas tres palabras matadoras:
- “Oye que al final he quedado con Fulanito, pero… si quieres vente”.

Si quieres vente no es más que una fórmula de cortesía obligada que te libera del compromiso de quedar con alguien o te salva cuando te pillan con quien no debías. Para el receptor supone un desprecio y normalmente lo interpreta como la poca apetencia a ser visto.
Si realmente quieres que esa persona acuda a tus planes, te has equivocado de fórmula. Díselo sin rodeos, sé valiente, muestra tus sentimientos y deseos sin titubeos estúpidos.
Si por el contrario quieres evitarla, aprende mejores fórmulas que salven esa sensación de rechazo que se adueña del desgraciado al que le toca oír la ya famosa frasecita, que en la última semana se ha puesto en boca de tanta gente conocida.

Para el Príncipe Azul

Como dice una amiga mía, "culpo a Disney por mis altas expectativas en cuanto a los hombres". En honor a tantas películas que han reforzado el estereotipo de macho salvador y doncella sumisa dejo esta carta:
Querido Príncipe:
 
“Alteza”, “Señor”, ya estoy harta de esperarle. Llevo sentada en la ventana de la más alta torre demasiado tiempo, y me aburro soberanamente (sin ánimo de ofender).
Mi mamá siempre me decía que debía aguardarle, recatada y sumisa, con mi vestido de fiesta de Versace. Tiempo ha que pasé de los vestidos y ahora me muevo por la habitación en chándal, que es más cómodo.
¿Cómo es que tarda tanto? Antes jugaba con mis amigos, los ratoncillos de campo, que pululaban por mis aposentos cuando les dejaba trocitos de queso Brie. Pero ¡qué lástima!, el Dragón del turno de noche se los zampó sin contemplaciones, y ahora estoy sola, vieja y aburrida.

Mi espejito mágico me habla de ti a todas horas. Dice que eres apuesto, todo un ejecutivo de traje y corbata. En mis sueños te imaginaba como el típico Príncipe Azul que vendría a rescatarme a lomos de su bravo corcel y treparía cual Romeo por la enredadera de mi balcón recitando versos; pero parece ser, según dicen las noticias, que ahora se lleva la Fórmula 1, y que lo más normal es que vengas a buscarme en el nuevo Mercedes Clase A y cantado los 40 Principales.
Pero me da igual, espero que lo sepas, que aquí estoy esperándote. También me gustaría aprovechar la ocasión y rogarte que para nuestra primera cita me lleves a un buen asador, ya que por estos parajes abundan los manzanos, y estoy ya un poco saturada de la comida vegetariana que parece ser lo único que saben preparar mis enanos sirvientes (aunque debería llamarlos “servicio doméstico”).

No puedo dejar de pensar en el día de nuestra boda. Los dos juntos para siempre, empachados de felicidad y de las perdices que serviremos, por cumplir con las tradiciones. Acudirán todas las personalidades del momento: reyes, presidentes, ministros, jugadores de fútbol, Paris Hilton, los animalillos del bosque, las reporteras de Sé Lo Que Hicisteis, los vampiros de Crepúsculo y Belén Esteban (incluso Michael Jackson en espíritu). Pero eso sí, nada de los bailes esos tan pasados de moda que organizan en los castillos; olvídate de los pasodobles y las chirigotas. Estaba pensando en algo un poco más “chic”: podríamos contratar a “Los 7 Bastardos” o a “Pitufinieves” que están ahora muy en la honda. 

Para la Luna de Miel aún no tengo decidido nada. Una  posible idea es un crucero por las Islas Griegas en el barco del Capitán Garfio, aunque últimamente son demasiado frecuentes los amotinamientos. También se han puesto de moda los safaris fotográficos en busca de suricatos y leones, o las excursiones submarinas al palacio de tu primo el rey Tritón.
Como puedes ver, me fascina el océano. Me encantaría recorrer los Siete Mares a bordo de un galeón, sentir el viento en la cara y la espuma del mar, y cantar canciones a pleno pulmón con una botella de ron en una mano y el timón en la otra, la vista clavada en el horizonte y un tesoro robado en la panza del barco. Entonces me despierto mareada en la cama, extasiada por los delirios de pirata que me asaltan. Pero no te asustes, son sólo pesadillas de tantas películas que veo. Yo sólo quiero un príncipe en mi vida.

Me encantaría que mi Hada Madrina me confeccionara el vestido de boda con las flores virginales del bosque, pero resulta que se ha cogido un año sabático, dice tener ataques de ansiedad producidos por el estrés de estar a mi servicio. ¡De verdad que no la entiendo! Así que en su lugar mandé al Lobo Feroz a hablar con mi abuelita, que es una gran costurera, pero aún no he obtenido respuesta.
También quería comentar contigo la lista de regalos; había pensado en pedir un candelabro de esos que bailan, una alfombra voladora, un cuadro de Dalí, una carroza-calabaza, una cafetera de Nespresso, una Campanilla, la bata-manta, y un zapatito de cristal de Swarovski. Si tienes cualquier otra sugerencia, házmelo saber de inmediato. ¡Ah! Se me olvidaba decirte que mi prima Maléfica dice que nos va a regalar una rueca antigua, que lleva toda la vida en la familia, para que pueda hacer trajecitos a nuestros hijos. Qué bonito detalle, ¿no te parece?

Y hablando de niños, ¿cuántos quieres tener? A mi me encantaría tener gemelas: dos niñitas preciosas con mis cabellos dorados y tus ojos azules. Tendremos que llevarlas a un buen colegio, de esos bilingües, y apuntarlas a clases de teatro y de canto, para que de mayores sean estrellas de la pantalla. ¿Y qué opinas de la adopción? Yo estaba pensando en adoptar un niño africano, porque mira qué bien les va a Brad y Angelina, y cómo son siempre el centro de atención. Además que hemos de contribuir al mundo de alguna manera, que últimamente está muy mal con tanta crisis y desastres naturales; y ¿quién mejor que nosotros, príncipes, futuros reyes, para criar a un niño?

Tengo que confesarte que a veces me entran reparos, y eso de casarnos me parece un poquito precipitado, ya que ni siquiera te conozco en persona. Además temo que con los años te transformes en Bestia, igual que le pasó a mi vecina Bella con su marido; tuvo que pedir hasta una orden de alejamiento. También me contó mi amiga Blanca, la que vive en las montañas rodeada de nieve, que se enamoró de un chico muy dulce y sensible y cariñoso, un trovador muy guapo vestido siempre con mallas de colores, pero que un buen día desapareció. Lo último que supimos de él fue en la cabalgata del Día del Orgullo Gay, que le vimos por la tele subido a una carroza. Todas estas cosas me dan mucho miedo. Pero esos son sólo momentos de bajón. Se que tú no vas a ser así. Para subirme los ánimos me pongo la película de Pretty Woman, con un helado de chocolate gigante y una copita de Martini mezclado, no agitado, y ¡listo! Una persona nueva, alegre y rebosante de felicidad.
Entonces me pongo a pensar en nuestro porvenir juntos, en las hojas del calendario que irán cayendo según pasa la vida. Tú y yo envejeciendo de la mano, mirando la puesta de sol, arropados por el silencio de una noche de verano y el murmullo cálido de un mar sin nombre… ¡Y no puedo permitirlo! No quiero imaginarme las pintas que tendré cuando llegue ese momento. Me he prometido a mi misma no envejecer jamás, así que has de conseguirme una lámpara mágica o un buen cirujano plástico. Sería un bonito regalo de aniversario.

Por último, sólo quería decirte que espero con ansia el momento de conocernos, el momento en que me arropes entre tus brazos y me des ese primer beso de amor, que ha de despertarme (aunque ya despertara hace tiempo de la enfermedad del sueño). Cuando nuestros labios se encuentren y el tiempo se detenga… Tanto he pensado en nuestro encuentro que el otro día, en una revelación, me sobrevino la idea de que tú podrías ser el secuestrado. Quizá estés tú peor que yo, encerrado en una mazmorra, herido por un hechicero loco, envenenado por las pócimas de la malvada Bruja del Este, amenazado de muerte por la Reina de Corazones. Y yo aquí en mi torre divagando, perdiendo el tiempo. Te veo gritando mi nombre a los cuatro vientos, anclado a tu celda de desdichas, desesperado ante la idea de no poder venir a mi encuentro, ni de poder salvarme de esta pesadilla.
Por eso mismo he pensado en organizar una partida de rescate: primero te mandaré mi carta por medio de lechuza mensajera. Si en una semana no has contestado, ni sé nada de ti, partiré en tu busca, usando mis extensiones de pelo como escalera para bajar de esta maldita torre. Montaré a lomos de Rocinante y emprenderé la marcha al galope, sin titubear ni un segundo, sólo parando a descansar en ese hotelito tan cuco junto al castillo de la Alhambra, y en la playa de Madrid, que tengo que ponerme morena, para causarte una buena impresión cuando me veas.

Voy a ir a salvarte mi amor, mi príncipe. ¡Espérame, no temas! Y no sufras por mí, ni te preocupes, pues el Lobo Feroz se ofreció amablemente a acompañarme en tan ardua travesía y ampararme de los peligros del camino.

Te quiero Príncipe Azul, aunque destiñas.
Seremos felices y comeremos sushi.

Tu Princesa de Cuento.

Quitando el caramelo a un niño

¿Por qué el amor nos vuelve tan gilipollas?
Desde la perspectiva femenina, ¿a quién no le han dejado tirado una noche en el último momento? Y si así ha sido, ¿no os ha dolido en el alma?
Este es un llamamiento para hombres y mujeres, independiente de su condición sexual, con el que pretendo abrir los ojos a:
- aquellos que alguna vez hayan dejado a una persona plantada en el último momento (por motivos que no fueran de causa mayor), para que aprendan y entiendan el dolor que han causado;
y a quienes hayan padecido esta situación, para que se vuelvan fuertes e ironicen con las desilusiones que nos regala la vida; para que aprendan a reírse de estas cosas y a quitarles importancia, o mejor aún, para que manden todo a la mierda y vivan en rebelión con la sociedad de la imagen, que nos impone estilos de vida imposibles y machistas en los que la mujer ha de estar perfecta para el hombre y esperar sumisa su llamada.

Como un niño con un caramelo, tú llevas toda la tarde ilusionada pensando en la noche, esa noche que hace días que planeas (porque va a ser la primera, porque llevabais mucho tiempo sin veros, porque vuelve de viaje, porque es San Valentín, porque hay que celebrar algo, y mil porqués más), has dedicado tu tiempo a organizarte:
- Depilación completa,
- ropa interior fina y sexy,
- elección del vestuario,
- maquillaje,
- peinado,
- accesorios,
- perfume,
- y un largo etcétera a rebosar de mil y un detalles que la gran mayoría nos imponemos para estar lo más perfectas posibles.
Entonces, cuando ya estás en pleno proceso con la cera caliente en las ingles, el pelo a medio rizar, y ocho modelitos descartados y tirados por el suelo ante la depresión a punto de estallar por la crueldad del espejo, suena el móvil. Con las manos tiesas para que no se estropee la laca de uñas recién pintada  a juego con el tanga, te contorsionas y lo coges con una sonrisa, le contestas con voz dulce, trasluciendo la emoción anticipada. Pero poco a poco, se te demuda el rostro, la voz va perdiendo consistencia, el tono se agria, y la desesperanza ensombrece la conversación; te han quitado el caramelo. Él pregunta si todo está bien, y tú ¿qué respondes a eso?:

POSIBILIDAD 1:
Pero, ¡serás cabrón!, pedazo de gilipollas, llevo toda la puta tarde esperando tu llamada, y arreglándome para ti, ¿y ahora me dices esto? ¡No tienes vergüenza! ¿Qué te crees que me voy a quedar aquí esperándote? ¡Ni de coña! Ahora mismo me voy de fiesta y que te jodan.

POSIBILIDAD 2:
¿Bien? ¿Cómo va a estar todo bien? ¿Cómo puedes decirme a las doce  de la noche que hoy no vas a poder? Llevo toda la tarde arreglándome para ti, pensando qué ponerme, a dónde ir, qué contarte. He rechazado otros planes con amigos solo para verte, y tú con un simple “lo siento” acabas con todo. ¿Te has parado a pensar en todo el tiempo perdido, en toda la emoción desperdiciada, en las ganas locas que tenía de besarte y tenerte para mí?


Pero normalmente sólo atinas a murmurar un No pasa nada que te atraviesa el corazón, eso sí, lo dices con ese tono melancólico y cargado de rabia contenida, esperando que sea capaz, al menos, de apreciar la congoja en la voz y adivinar todo lo que estás sintiendo; pero no guardes ilusiones, si nunca ha sido capaz de valorar el empeño que pones en ponerte perfecta para él, ¿cómo va a comprender las sutilezas de la voz de una mujer?
Y mientras él hace aquello que os ha impedido veros esa noche, tú te quedas en casa, con los ocho modelitos por los suelos, el maquillaje corrido, y las piernas perfectas.

Yo hoy me he sentido tan estúpida y tan cosificada, que ahora la impotencia me está retando; por eso escribo, para desahogarme y ver si alguien que lea esto se siente identificad@.
Espero haber aprendido algo para la próxima, y poder así evitar esta sensación de dependencia e inferioridad que me derriba. De lo que tengo miedo es de insensibilizarme, de perder la esperanza de los primeros momentos junto a alguien. Mi confianza en el amor ha decrecido en los últimos años, tanto que ya dudo de la existencia de un amor eterno (pero de eso hablaré otro día), y ahora que empezaba la ilusión, el romanticismo de todo comienzo, las mariposas en el estómago, el conocerse lentamente y el devorarse con ansia y a bocados; ahora que todo ha de ser bonito y especial, ya estoy criticando. Siento cómo se me escapa la ilusión, y eso es  malo, al fin y al cabo, como dice el refrán “la esperanza es lo último que se pierde”, entonces ¿a nosotros qué nos queda?

Necesito que me devuelvas las ganas y me hagas sentir especial.

Dieciocho

El dieciocho es un número para olvidar; una hoja que pocos echaran de menos en el calendario; un silencio incómodo y una mirada cómplice y sin aliento; es la congoja que se te agarra al pecho; lo inaúdito y lo inhumano; la pesadilla sin salida que trunca la realidad. En resumen, el dieciocho es un intento por olvidar los recuerdos y dejarlos escapar poco a poco a través de la palabra escrita.
Quizá sea una tontería, un acto con pretensiones, la autoviolación (o mejor dicho onanismo) de mi privacidad... Quizá me equivoque y en un suspiro haya borrado del ciberespacio mi huella. Sólo puedo afirmar que hay momentos en la vida que te atizan un buen golpe y te obligan a reaccionar en algún sentido; este blog es el resultado, la consecuancia de "tu" ausencia y de los recuerdos que pesan en la memoria; y el diecioho no es más que otro número de tantos que he querido convertir en símbolo: el símbolo de esos recuerdos que te arañan el alma con su presencia.
Por ti y por todos los momentos que no viviremos.