domingo, 26 de febrero de 2012

Día 4 (Guatemala)

Hace mucho que no me pongo a contar mi viaje, y puede parecer que Guatemala se me haya escapado de la mente, pero nada más lejos de la realidad. Ella va conmigo en cada instante de cordura y en sueños se me aparece arrasando con todo, haciendo cada vez más irrespirable esta kilométrica distancia. 

14/07/2011

La Bodegona
Amanece de nuevo, con el día despejado. La estación de lluvias sólo es palpable a partir de la tarde. En grupo aprovechamos la mañana para bajar en autobús a la ciudad de Antigua y arrasar comprando víveres en La Bodegona, el supermercado más grande que tenemos a mano. Entre la lista de la compra que hemos diseñado para sobrevivir a un trayecto de cuatro días por carreteras en condiciones no muy halagüeñas, incluimos cantidades considerables de alcohol (no pueden faltar unas buenas Gallos) y sombreros de payaso con sus narices rojas para todos. 
El problema empieza en el momento en que tenemos que llevarnos todo eso a casa: el autobús está descartado pues no podemos llegar hasta la parada con unas cajas tan grandes y tan llenas, así que repartiéndonos los trastos nos subimos a varios tuc-tucs (mi primer viaje en este genial medio de transporte) y volvemos a Jocotenango. 

Primer viaje en Tuc-Tuc
En Los Patojos tenemos día de película, y mientras unos cuantos se entretienen con las aventuras de algún dibujo manga (cosa curiosa en estas latitudes), mi compi Iñaki y yo nos dedicamos a plantear las clases de papiroflexia para decorar el aula, ya que la de los Fusionados es la única sin pintar y se ve muy vacía de color. Esa misma mañana hemos comprado una jaula para pájaros blanca y redonda, en una tienda junto a La Bodegona (ya que la tienda de animales de Jocotenango, a parte de tener una tortuga gigantesca que el vendedor está encantado de enseñar en cualquier momento, no tiene mucho donde elegir en cuestión de jaulas para pájaros). Nuestra idea es enseñar a los niños a fabricar pajaritas, ranas saltarinas y demás animales, que posteriormente colocaremos por el techo de la clase, con la puerta de la jaula abierta dejando salir a toda la fauna en una explosión de libertad. ¡A ver qué tal sale!

Isaac
Con Isaac, nuestro chófer y guía en este viaje, hemos quedado a las 18.00h en la puerta de los vecinos, donde viven la mitad del grupo de voluntarios. Hemos cometido la imprudencia de pagarle todo el dinero acordado por la mañana, y esperando con las cajas de comida en la puerta nos entra el temor de que se haya fugado con nuestro dinero... ¡pero no! Isaac es un tío majo, arrugado y desgastado, con cara de inocente, y con un gran cariño por algunos de mis compañeros que ya es la segunda vez que viajan con él, al fin y al cabo, agradecido de que le demos trabajo a expensas de la oficina de turismo que tanto le explota. 


EMPIEZA LA AVENTURA


Todos subidos en la furgoneta, con una caja gigantesca de comida que nos quita espacio vital, con latas de cerveza vacías por todas partes, los gorros de payaso puestos, haciendo fotos, con CDs de rock español y canciones del año de la polka, de esas tan míticas que todos nos sabemos... 6 o 7 horas de carretera, para ir desde Antigua a Río Dulce, nuestra primera parada en el camino. Llegamos de noche cerrada, acojonados por la forma de conducir en este país, y en concreto por las manías de nuestro conductor de adelantar en plena curva y cambio de rasante. A pocos kilómetros de llegar nos vemos parados por un accidente, un camión ha volcado y corta toda la carretera, no se si habría muertos, pero nos llevo un buen rato salir de ahí, con un montón de policía y ambulancia.

Por fin llegamos al Hotel Backpacker's, que descubrimos gracias a la guía Lonely Planet. Se encuentra en la orilla opuesta del río, con las habitaciones sobre el agua y su propio embarcadero. Es un edificio viejo, pero que, por lo que dicen, donde más fiesta suele haber por la noche. Además está gestionado por La Casa Guatemala y los huérfanos a los que atiende. Esta noche todo parece muy tranquilo, quizá porque es jueves, o porque la fiesta ya ha terminado, quién sabe... el caso es que estamos cansados y nos vamos a dormir en seguida. Tenemos dos habitaciones, una donde nos metemos todas las chicas, y donde nada más entrar vemos una cucaracha... en fin, ¿?qué se puede esperar de un hotel junto al río¿? Nos regamos con repelente de mosquitos (no hay que olvidar que en esta zona la malaria está presente) y a dormir. 
Hotel Backpacker´s


jueves, 16 de febrero de 2012

¿Gentleman o macho dominante?

Puede resultar polémico, pero estoy un poco harta de los “perfectos caballeros”, esos que no conciben que sea la propia mujer la que abra las puertas de su mundo. 


Pasear junto a uno de estos especímenes puede resultar cómodo al principio, pero como el camino sea largo, lo que parecía un lujo evoluciona a maldición: imagínate siempre un paso por delante de tu compañero, siempre con la responsabilidad de decidir el sitio siguiente donde descansar los pasos, siempre a expensas de que las puertas se abran sin apenas tocarlas, siempre la primera en entrar, la primera en sentarse, la primera en esperar a que el otro pida en la barra del bar, condenada a guardar el sitio, a esperar en silencio, a acertar en las decisiones, a dirigir la marcha… y todo sin poder mostrarse amable y abrir la puerta para él, aunque sea una sola vez. Este es el perfecto gentleman que acaba destiñendo, como los príncipes azules, pues en el fondo le corroe el aprendizaje vicario de supremacía, que ve a las mujeres como una especie desprotegida a la que mimar, sin capacidad para abrirse al mundo por su cuenta, necesitadas del ala protectora de su superior presencia. 

  
No me malinterpreten, claro que me gusta un poco de respeto y deferencia, un gesto de cariño, o alguna que otra puerta abierta, pero no por ser mujer, sino por ser persona. No es lo mismo “dejar pasar” que “contorsionarse” para sujetar una puerta abierta a la mujer que viene detrás (y que por algún terrible descuido has pasado tú primero), pues con lo segundo, lo único que vas a conseguir es hacerme reír con las ridículas formas de dominación masculina. 

Por un mundo más igualitario donde todos podamos sentirnos útiles y valorados, donde la capacidad de una persona no se ponga en duda a cada paso, y donde, por supuesto, la amabilidad siga presente y ampliada, abriendo puertas a cualquier género humano. Dejemos de lado a los sutiles, pulidos y perfectos machos dominantes. 

domingo, 5 de febrero de 2012

La playa que le falta a Madrid

La ola de frío siberiano que azota mi frágil país me ha traído a la mente el aire tibio de finales de verano: los anuncios de la "vuelta al cole", las piscinas a las que ya nadie baja y ese calor de agosto que se marcha. De entre los recuerdos he rescatado esta carta, que ganó un premio en su día. ¡Por esos días de verano frescos en la piel y en la memoria!


"Te vas y no te he tenido suficiente.
Te marchas sin mirar atrás, sin lágrimas. Yo lloraré por ti. Acordamos no implicarnos emocionalmente, acabaría pronto, sería rápido. Mejor no conocernos, mejor abandonarnos a la pasión ciega de dos locos desconocidos.

Hoy te marchas y contigo se va el verano. En Madrid hace frío, me arrebujo en la toalla. Mis pies desnudos se enroscan en el césped buscando cobijo. La piscina está vacía pero no quitas tus ojos de ella. Pupilas lejanas resuena en mi cabeza.
A pesar de nuestro contrato distante, quisiera tenerte junto a mi, sentir tus labios en los míos, tu piel sobre mi piel, mano a mano en caricias infinitas, saberte mío para siempre, buscarte las cosquillas.
Pero al final llega la hora, el último beso. Ojalá me hubieras besado así siempre, con esa mezcla de pasión y miedo, el dolor y la angustia del último instante a tu lado. 

No te quiero, no te necesito, es inútil soñar, esperar… abandonarme a la angustia de verte de nuevo entre las sábanas de mi propio universo.
Todo se acaba por fin. Te marchas y no sabré donde encontrarte. Un océano y el verano; el verano que te llevas contigo en la maleta; todo eso nos separa. Espacio y tiempo por adversarios.
Cabalgas tras el verano a lomos de tu tabla de surf, no quieres que se te escape, lo atas corto y lo persigues a donde te lleve, lejos de mí, lejos de este momento.
Yo no te quiero aquí, anclado a la rutina de tenernos cada día el uno al otro. Te quiero de la misma manera que al conocerte: libre, errante y bohemio; navegante sin rumbo; náufrago de tu propio destino; senda secreta contra la rutina. 

Te marchas y te amo más que nunca. Lucho contra las lágrimas mientras te despides sin decir nada; siento que no te conozco, pero te conozco demasiado. Con una caricia agresiva, palpitante, cada uno continúa por su lado. Sin cadenas sobre los pies te vas a encontrar tu camino. Contengo la respiración mientras mi súplica candente entre sollozos se abre paso: “No te vayas sin mí, no me quites el verano”. 
En el metro, músicos improvisados me asaltan con ritmos exóticos, con su canción argentina. Me desarman lentamente, cantando nuestra historia, y con los ojos acuosos dejo caer todas las monedas que llevo encima.
Después todo vuelve a la normalidad, la vida sigue su curso monótono, sin grandes sobresaltos. Por la Gran Vía camina un surfista con la tabla bajo el brazo. Buscas la playa que a Madrid le falta.

P.D. Tengo que dejarte salir de este encierro. No eres mi hombre, no eres mi verdad."



Espero, surfista, que sigas buscando las olas.