lunes, 28 de marzo de 2011

Complutense y Religión

22/03/2011
Una semana después y más de lo mismo. Parece que los medios han aguardado el momento justo para lanzar la ofensiva, en medio de un ambiente preelectoral y pidiendo, ya de paso, la cabeza del rector. Al día siguiente del suceso nadie sabe nada, pero ahora el tema está en boca de todos. Yo me sumo a ellos, enardecida por un artículo de opinión que alega, defendiendo la libertad de expresión, el miedo que la Iglesia tiene a la mujer; y también me sumo cansada ya de tanta perspectiva conservadora que con el miedo en el cuerpo se ha lanzado a la reconquista de la dignidad perdida colapsando sus medios y monopolizando la red con sus artículos repetitivos.

A los dos días del “asalto” a la capilla del Campus de Somosaguas de la Universidad Complutense, la única información disponible era la visión condicionada de una Iglesia ofendida y una opinión pública, pero devota, cabreada. Y no es que la información que, semana después, ya puebla los medios más izquierdistas sea más verídica o tenga un poco más de razón o sentido, sino que, como estudiante del Campus de Somosaguas, más concretamente del lugar de origen de la revuelta, y con más motivo, estudiante de una universidad pública, no entiendo la permanencia en dicho lugar de una empresa arcaica que siempre se ha empeñado en esconder a la mujer y sus derechos, y ahora además negar (a los que se adhieran a ella) la posibilidad de elegir libremente tu sexualidad.

¿Qué sentido tiene quitar los crucifijos pero dejar las instituciones? Prefiero mil veces el símbolo a la opresión.

Links de interés:

lunes, 7 de marzo de 2011

Infidelidades

C. Friedrich
El caminante sobre el mar de nubes
"Cuando me lo contaron sentí el frío
de una hoja de acero en las entrañas,
me apoyé contra el muro, y un instante
la conciencia perdí de donde estaba.

Cayó sobre mi espíritu la noche,
en ira y en piedad se anegó el alma,
¡Y se me revelo por qué se llora!,
¡Y comprendí una vez por qué se mata!

Pasó la nube de dolor..., con pena
logré balbucear unas palabras...
y ¿qué había de hacer? Era un amigo
me había hecho un favor... Le di las gracias."
Gustavo Adolfo Becquer



Becquer, el máximo exponente del romanticismo español, nos desvela en este pequeño poema el dolor de una infidelidad, y lo que es peor, el regocijo de un amigo cuando te lo cuenta. 
Si nos situamos en una experiencia parecida, ¿a quién no le ha dolido lo que un amigo dice de tu persona amada, para hacerte un favor y para anticiparte lo que puedes encontrar? ¿Por qué esas ganas de desvelarte todo lo malo y estropearte ese mundo de fantasía que te has creado?
Quiero dar las gracias a los amigos que quieren protegerte, a ellos que intentan eliminar el dolor venidero y aplacar cualquier mal, a quienes te cuentan todo lo que saben para que elijas una vida sin amor ciego. Desde esa apariencia altruista, que esconde las pocas ganas de recoger más adelante un corazón destrozado, se aparece la daga del dolor y de los celos, que sin quererlo hunden de golpe en tu pecho ajenos a todo el amor que brota a borbotones por la herida abierta.
A todos los amigos gracias, pero a veces la ignorancia y el autodescubrimiento duelen menos; o simplemente la opinión diferida, el camino incorrecto, la cegera voluntaria, el idealismo...