viernes, 7 de diciembre de 2012

Querido Adán


Querido Adán: 

Te escribo hoy, frágil, sucia, contaminada. Echada a las puertas del Paraíso las palabras se escapan entre mis dedos en una fuga desesperada. Me siento sola, muy sola. El ambiente esta empañado de una triste melancolía y el Jardín del Edén se dibuja a lo lejos como un sueño casi imposible, un recuerdo que ahora me parece insoportable. Tú y yo hemos sido castigados, arrastrados fuera de nuestro hogar y obligados a vivir en esta soledad asfixiante, abrasadora. 
Sabemos que ya no hay vuelta atrás, que la condena es eterna. El mal ya está hecho y no puede remediarse. Ya no queda nada. Me siento tan culpable. El temor me ahoga. Me carcome la idea de verte el resto de los días sentado sobre esta tierra estéril, yerma, esperando un fin o quizá un principio que nunca llegará, una ilusión que se nos escapa. 

Ante ti me dibujo segura y fuerte. Soy una mujer altiva, orgullosa, firme... Quiero que me veas como tu igual, pues estamos hechos a imagen y semejanza y nos complementamos. Pero bajo ese ser equilibrado se esconde un alma herida. Fui débil cuando debía mantenerme serena, te arrastré conmigo a la tentación, al pecado; y ahora mi alma no es libre, está manchada de miedo y la culpa me va destrozando. No sé como pedirte perdón, ni siquiera sé como mirarte a los ojos. 
Pero ya estoy cansada. No quiero subordinarme a la culpa para siempre. Yo he reconocido mi error, fui castigada y ahora hago penitencia por mis pecados. Sé que mi osadía estuvo mal, que fue una imprudencia, pero ¿acaso el ser humano no está hecho para buscar la perfección? ¿Acaso hay algo más perfecto que un dios? 

Hasta hace apenas un instante vivíamos felices, en una paz ordenada, en un ideal de equilibrio y respeto, de igualdad entre ambos. Pero ahora... Ahora un fruto nos ha separado, nuestro sustento de cada día nos ha dividido; paradojas de la vida. 
He tenido una visión, un presentimiento certero. Por este desliz seré condenada eternamente. Yo sola cargaré con las culpas y serviré de excusa para culpar a tantas mujeres de pecadoras en el dibujo de la mente de unos hombres cerrados de espíritu. Pero, ¿por qué yo? Yo sola ante una humanidad despiadada. 
No quiero llevarte conmigo al destierro, pero los dos mordimos, los dos sangramos la manzana prohibida, los dos calmamos nuestra sed de conocimientos en ese pecado natural.   
Tú eres mi media costilla: nacimos juntos de la tierra, de la Madre Naturaleza, de las manos de Dios. Somos hermanos y amigos, amantes, padres. Nuestro amor nos supera y de su fruto nacerá un mundo. Entonces, si los dos nacimos del mismo cuerpo, de la misma materia, del mismo conocimiento, de la misma idea... ¿por qué tú te impondrás a mí? 

Las mujeres sufrirán por este daño siglos de torturas, milenios de falta de reconocimiento. Serán subordinadas a la mera función de dar la vida, o eso creerán ellos. ¡Yo me río! ¿Qué piensan esos hombres del futuro? ¿Es qué están ciegos? ¿No saben ver más allá de su tecnología? Las mujeres habrían de ser veneradas sólo por el hecho de engendrar una criatura, de gestar vida en sus entrañas. En ellas están los futuros hombres, o mejor, los futuros seres humanos, hombres y mujeres que deberían ser iguales. Ellas son en potencia el futuro de un mundo injusto y machista. 
Y yo aquí, desnuda ante una realidad que me parece oscura y amorfa, tengo todo el peso de un mundo en mi vientre y ando con la condena eterna a mi espalda, arrastrándome con la conciencia manchada por un suelo rocoso falto de esperanza. No es justo. Quiero revelarme contra esa futura espiral de angustia, de injusticia... 

Adán, los dos juntos salimos del Paraíso y por ello te admiro. Cogiste la manzana que te tendí y me acompañaste en la deshonra. Fuiste un amigo y por ello aún te amo más y más me entristezco. Te necesito a mi lado en esta cruzada, te necesito como padre de nuestros hijos, como profeta de nuestro mensaje. Hemos de saberles transmitir el amor que nos abarca, la igualdad que nos vestía antes de calmar nuestro hambre. 
Este es mi ruego, esta es mi condena: 
A todos los hombres que no sepan apreciar el valor infinito de una mujer, su capacidad para sobreponerse, para trabajar días de dieciocho horas, la lucha constante por sus ideales, su amor incondicional, la dedicación a su familia, a sus hijos, su sufrimiento en silencio... A todos aquellos que no sepan apreciar sus lágrimas espejo de su dicha, su pena, su desengaño, su amor, su soledad, su sufrimiento y su orgullo. A todos los que la infravaloren y minimicen. A todos ellos los condeno a una vida de soledad privados de la ternura y la suavidad de la mujer, privados de su entereza, de su dedicación, de su trabajo, privados de su amor y de su fuerza.

Aquí es cuando me quedo sin palabras. Todo es confuso y tengo miedo, frío. Respiro la soledad que se cierne. La culpa aún me quema. Por favor amémonos más que antes, te necesito junto a mí, portador de mi pecado, seamos los dos iguales y eternos. Es ya muy tarde. La noche cae lenta, de colores. Las estrellas brillan. 

 Eva (La Primer Mujer) 
“La mujer salió de la costilla del hombre, no de los pies para ser pisoteada, ni de la cabeza para ser superior. Sino del lado para ser igual, debajo del brazo para ser protegida, y al lado del corazón para ser amada.” 

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