Soy la última carta de la baraja, allá arriba, colocada con la yema de los dedos índice y pulgar y el pulso firme de haber jugado con el muñeco de "Operación" cuando éramos pequeños. Situada entre plegarias y con el alma en vilo, parece que floto en armonía, sobre ese castillo fantasma y enclenque. Bella, trémula y pletórica, inconsciente de que ha llegado el invierno, y ya no sólo toca cambiar de color sino derrumbarse en estampida y hundirse en el fango.
Hay un vendaval tras la ventana, y ya no sé si me caigo o vuelo. Y si vuelo... ¿a dónde voy? ¿Podré arrancarme las raíces o me pesarán en la conciencia? El miedo es atroz, paralizante.
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