domingo, 20 de julio de 2014

Quien calla, otorga

Odio cuando las palabras se vuelven en mi contra y empiezan a raspar y a enrevesarse, y me desnudan con rabia ciega señalando mis estrías, riéndose de mi estampa: raquítica, blanda, pálida.
 
Odio las disculpas estudiadas de los pecados constantes: gasto inútil de palabras, vacua ocupación del silencio, ansia redentora en un entorno de tolerancia cero. No me queda compasión para ex-amantes con delirios de polla inquieta "ninfomanía" y empachos de "perdón" por la mañana.
 
Odio las chismosas opiniones formuladas en voz alta y con cadencia sagrada (Palabra de Dios) o de fórmula irrevocable que aseveran quienes no saben nada. Porque yo soy yo y mis circunstancias, como ya decía Ortega, y tú ni sabes ni padeces lo que yo puedo llegar a estar sintiendo.
 
Cuando te atragantas de tanta opinión no preguntada, de tata reflexión no pedida, de tanta realidad sin cocinar cruda y sangrante, recién matada a tiros y aún oliendo a humo... Prefiero el silencio y la ignorancia. Huele a humo y me estoy quemando. Cállate la boca. Yo soy bonita y lo seguiré siendo, a pesar de tus palabras audaces y tu falta de dominio lengüil. Yo soy bonita, con mis estrías, con mi blandeza, con mis palabras atragantables y la realidad que me devora. Y todo esto tú te lo pierdes.
 
Adiós, y más te vale sentirlo.
 
Remordimientos de verano I.
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario