jueves, 16 de enero de 2014

Ansiolíticos para no soñar

El ansia. ¿Buena o mala? Yo no me pongo de acuerdo. El ansia por definición es algo malo, una inquietud que nos agita el cuerpo y nos desvela y angustia. Demuestra un anhelo loco, impaciente; la náusea y el tormento de la espera. 

El Grito. E. Munch
Pero a ratos, esa ansia es bonita, arrolladora, un vendaval. Es una fuerza que te empuja, un poco de picante en la rutina, un aliciente… desesperante sí, y estimulante al mismo tiempo. Hay muchos tipos de ansia, y personas ansiosas por naturaleza. Yo más que ansiosa, me considero impaciente; pero a veces, con las causas que lo merecen, me convierto en ansiosa empedernida que no come, no duerme, no vive, incapaz de calmar la ebullición en mi cabeza, que me desbarata la existencia entera y me sume en cavilantes depresiones y risa histérica. Parece algo horrible esta ansia mía, un monstruo en el armario que espera agazapado a que se ilumine la bombilla del sueño para salir a destrozarlo a zarpazos. Pero no es así, aunque a ratos me consuma y me hunda en la miseria, al final el calvario vale la pena: la espera termina, normalmente con final feliz, el ansia se disipa, tú tienes lo qué quieres (tu viaje, tu independencia, tu amante bandido); y ese anterior desvelo que te consumía los segundos a golpe de reloj parado, ahora se recuerda con cariño y hasta con lujuria, el predecesor al triunfo, la desolación con la que comparar el brillo del éxito. 

Por eso mismo, recomiendo disfrutar de las ansias propias, enloquecer con ellas y dejarse arrollar, y deshacerse en lágrimas si hace falta; para después, reír con más fuerza. Olvida los ansiolíticos y disfruta tus neuras. 

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