domingo, 5 de febrero de 2012

La playa que le falta a Madrid

La ola de frío siberiano que azota mi frágil país me ha traído a la mente el aire tibio de finales de verano: los anuncios de la "vuelta al cole", las piscinas a las que ya nadie baja y ese calor de agosto que se marcha. De entre los recuerdos he rescatado esta carta, que ganó un premio en su día. ¡Por esos días de verano frescos en la piel y en la memoria!


"Te vas y no te he tenido suficiente.
Te marchas sin mirar atrás, sin lágrimas. Yo lloraré por ti. Acordamos no implicarnos emocionalmente, acabaría pronto, sería rápido. Mejor no conocernos, mejor abandonarnos a la pasión ciega de dos locos desconocidos.

Hoy te marchas y contigo se va el verano. En Madrid hace frío, me arrebujo en la toalla. Mis pies desnudos se enroscan en el césped buscando cobijo. La piscina está vacía pero no quitas tus ojos de ella. Pupilas lejanas resuena en mi cabeza.
A pesar de nuestro contrato distante, quisiera tenerte junto a mi, sentir tus labios en los míos, tu piel sobre mi piel, mano a mano en caricias infinitas, saberte mío para siempre, buscarte las cosquillas.
Pero al final llega la hora, el último beso. Ojalá me hubieras besado así siempre, con esa mezcla de pasión y miedo, el dolor y la angustia del último instante a tu lado. 

No te quiero, no te necesito, es inútil soñar, esperar… abandonarme a la angustia de verte de nuevo entre las sábanas de mi propio universo.
Todo se acaba por fin. Te marchas y no sabré donde encontrarte. Un océano y el verano; el verano que te llevas contigo en la maleta; todo eso nos separa. Espacio y tiempo por adversarios.
Cabalgas tras el verano a lomos de tu tabla de surf, no quieres que se te escape, lo atas corto y lo persigues a donde te lleve, lejos de mí, lejos de este momento.
Yo no te quiero aquí, anclado a la rutina de tenernos cada día el uno al otro. Te quiero de la misma manera que al conocerte: libre, errante y bohemio; navegante sin rumbo; náufrago de tu propio destino; senda secreta contra la rutina. 

Te marchas y te amo más que nunca. Lucho contra las lágrimas mientras te despides sin decir nada; siento que no te conozco, pero te conozco demasiado. Con una caricia agresiva, palpitante, cada uno continúa por su lado. Sin cadenas sobre los pies te vas a encontrar tu camino. Contengo la respiración mientras mi súplica candente entre sollozos se abre paso: “No te vayas sin mí, no me quites el verano”. 
En el metro, músicos improvisados me asaltan con ritmos exóticos, con su canción argentina. Me desarman lentamente, cantando nuestra historia, y con los ojos acuosos dejo caer todas las monedas que llevo encima.
Después todo vuelve a la normalidad, la vida sigue su curso monótono, sin grandes sobresaltos. Por la Gran Vía camina un surfista con la tabla bajo el brazo. Buscas la playa que a Madrid le falta.

P.D. Tengo que dejarte salir de este encierro. No eres mi hombre, no eres mi verdad."



Espero, surfista, que sigas buscando las olas.


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