jueves, 16 de febrero de 2012

¿Gentleman o macho dominante?

Puede resultar polémico, pero estoy un poco harta de los “perfectos caballeros”, esos que no conciben que sea la propia mujer la que abra las puertas de su mundo. 


Pasear junto a uno de estos especímenes puede resultar cómodo al principio, pero como el camino sea largo, lo que parecía un lujo evoluciona a maldición: imagínate siempre un paso por delante de tu compañero, siempre con la responsabilidad de decidir el sitio siguiente donde descansar los pasos, siempre a expensas de que las puertas se abran sin apenas tocarlas, siempre la primera en entrar, la primera en sentarse, la primera en esperar a que el otro pida en la barra del bar, condenada a guardar el sitio, a esperar en silencio, a acertar en las decisiones, a dirigir la marcha… y todo sin poder mostrarse amable y abrir la puerta para él, aunque sea una sola vez. Este es el perfecto gentleman que acaba destiñendo, como los príncipes azules, pues en el fondo le corroe el aprendizaje vicario de supremacía, que ve a las mujeres como una especie desprotegida a la que mimar, sin capacidad para abrirse al mundo por su cuenta, necesitadas del ala protectora de su superior presencia. 

  
No me malinterpreten, claro que me gusta un poco de respeto y deferencia, un gesto de cariño, o alguna que otra puerta abierta, pero no por ser mujer, sino por ser persona. No es lo mismo “dejar pasar” que “contorsionarse” para sujetar una puerta abierta a la mujer que viene detrás (y que por algún terrible descuido has pasado tú primero), pues con lo segundo, lo único que vas a conseguir es hacerme reír con las ridículas formas de dominación masculina. 

Por un mundo más igualitario donde todos podamos sentirnos útiles y valorados, donde la capacidad de una persona no se ponga en duda a cada paso, y donde, por supuesto, la amabilidad siga presente y ampliada, abriendo puertas a cualquier género humano. Dejemos de lado a los sutiles, pulidos y perfectos machos dominantes. 

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