lunes, 17 de octubre de 2011

DÍA 1 (Guatemala)

11/07/2011
Han pasado 5 horas y debo estar en mitad del océano, a una altura de más de 10.000 metros, con una temperatura exterior de - 40ºC. Son las 18.02, o las 12.02 en Miami, o las 10.02 en Guatemala. ¡No sé cómo voy a acostumbrarme a tanto cambio horario!, pero ya no importa, aquí comienza la aventura: en un avión rumbo a lo desconocido, envuelta en una manta, con una almohada en los riñones y una comida cutre de avión (que tanto me gusta) en el estómago.

Aunque primero habría que hablar de Soria (post anterior): Exacto queridos amigos, la aventura no comienza en las selvas del quetzal y del jaguar en busca del Dorado perdido, ni con el misterio de la civilización maya; no, todo comienza en Soria. 
Allí nos citamos todos aquellos que en la reunión de Cooperatour teníamos por viaje Guatemala, para vernos un poco más las caras antes de llegar. Pero al final sólo fuimos tres asistentes, y lo que se presuponía como un viaje informativo y de acercamiento se convirtió en una oferta de trabajo y una ocasión única para conocernos mejor y hacer amigos a la sombra de litros de cerveza. La Oktoberfest soriana nos pilló por sorpresa y volvimos a casa con el bolsillo menos resentido de lo esperado, el dolor de la resaca y el regusto dulzón de una experiencia nueva.
Ahora sólo puedo pensar en encontrarme de nuevo con mis compis de aventura, en dejar que mi destino me sorprenda, y en conocer a nuevos locos soñadores que se unan a los grandes acontecimientos que están a punto de comenzar.

...(Unas cuantas horas después)...

¡Ya estoy aquí!
Después de miles de horas en aeropuertos del mundo ¡llegamos
Nueve horas del vuelo Madrid-Miami. Una vez en Miami una hora y media de aduanas, controles, etc. RESULTADO: correr por todo el aeropuerto, montarme a toda prisa en un trenecito, poner la maleta rumbo a Guatemala, y llegar con la hora de embarque ya pasada a la puerta D16, destrozada.
Allí me esperaban tranquilamente dos chicas españolas con mi mismo destino, la casa de la familia Fuentes en Jocotenango. El vuelo iba con retraso, lo que ayudó a que le diéramos al palique y fuéramos conociéndonos y compartiendo ilusiones y temores.
Al final salió nuestro vuelo Miami-Ciudad de Guatemala y 2h 30min después, con otro cambio horario a cuestas y la imagen del atardecer sobre la costa de Miami, aterrizamos en Guate acunados por la oscuridad de la noche (aunque a penas eran las 20.00h).
Husos horarios

Con el miedo a que nos hubieran perdido la maleta y a los peligros de la capital pasamos las aduanas sin problemas; más dormidas que despiertas cruzamos las puertas para la recogida de equipajes con la sonrisa insinuante de algún que otro operario con ganas de fiesta.
Por fin salimos del laberinto de aviones, terminales y equipajes en que se había convertido nuestro día, y Roberto (el chófer contratado) nos esperaba con el cartelito típico para recoger a turistas despistados: "Rocío, Eva, Cristina". Tras reconocernos nos puso en manos de su hijo y del amigo de su hijo, dos chavales de unos 15 años, y de un conductor acompañado por su mujer y su hija chiquitina.

Subidas en una furgoneta un poco desaliñada y que se atrancaba en las cuestas, con la típica música pachanguera que se escucha en España de banda sonora, nos sumergimos en las carreteras de la capital: caóticas de tráfico lento y plagadas de franquicias que no esperaba encontrarme (al menos con tanta proliferación) como Burguer King, McDonlads, Telepizza, TacoBell, y por supuesto el famoso y autóctono Pollo Campero.

Casa Patojo
Una hora + un día perdido en aeropuertos es lo que tardamos en alcanzar nuestro destino. Nuestra casita de Jocotenango nos esperaba al final de una carretera empedrada (luego descubrimos que en Antigua todas las carreteras son así). El comité de bienvenida (incluidos mis amigos de la visita a Soria) nos recibió con los brazos abiertos: nuestra madre (durante un mes) estaba de viaje, así que fue su hijo (profesor en el proyecto) quien nos acogió y nos repartió las habitaciones; los voluntarios, emocionados, no nos dejaron irnos a dormir tan pronto y empezaron a abrumarnos con todas las experiencias que ya habían vivido. Al final, conseguimos echarles, y las tres nos fuimos a dormir con el regusto de la Cerveza Gallo que compartieron con nosotras y la inabarcable cantidad de datos nuevos que registrar en un país diferente.
Desde luego que poco dormimos esa noche con Z-Gas, los gallos, y los ruidos de madrugada, pero eso ya es otro día.


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